
Los últimos 12 años en la provincia de Salta, estuvieron marcados por una mejora económica y estabilidad, como pocas veces se registró en la provincia. Sin embargo, estos méritos de Romero, no le quita los sabores amargos de su gobierno. La estabilidad económica, se logró a costas sociales realmente altas. La privatización de empresas del Estado, fue el punta pie inicial del gobierno romerista luego de quedarse con el diario El Tribuno a partir de algunos manejos con la coparticipación de municipios. El Tribuno, fue su fuerte periodístico durante su gobierno y una máquina de recaudar para su familia, a costas de pautas publicitarias del mismo gobierno que dirigió. Con sospechas de corrupción en las licitaciones, Romero fue mencionado varias veces en temas relacionados con el narcotráfico.
Durante su gestión, la Justicia fue funcional a su gobierno, lo que marcó el punto principal de degradación institucional en la provincia, lo que fue reforzado con un marco de autoritarismo y represión, al mejor estilo facista, de las voces que no le caían bien. En su último período de gestión, se fue deslegiti-mando y perdiendo fuerza.
El conflicto docente a principios de 2005, marcó un antes y un después en la gestión de Romero. Tras la crisis de 2001, que pudo sobrellevarla a grandes costas, las cosas no fueron mejores para el gobernador. Tal es así como el conflicto en el norte de la provincia con participación de francotiradores en Mosconi, comenzaron a mostrar las consecuencias de la política neoliberal de privatizaciones. Hoy Salta, sigue siendo una de las provincias más pobre del país. Solo se cambió la cara.